Los primeros asentamientos de los romanos en la Península Ibérica fueron los campamentos de las legiones. Estos estaban situados en sitios de gran importancia estratégica. Estos campamentos se disponían de manera cuadrucilar. En el centro del campamento se situaba la tienda principal, que pertenecía al general de la legión y era donde se guardaba los tesoros y el águila de Roma de esa legión.
Alrededor de estos campamentos empezaron a asentarse indígenas que establecían tratos comerciales con los soldados romanos. Los tratos más importantes se llevaban a cabo en la tienda principal.
Con el paso del tiempo, estos campamentos se convirtieron en villaes (villas romanas). Las tiendas del campamento se convirtieron en casas y la tienda principal en el foro de la ciudad, donde los romanos realizaban la mayoría de sus actividades.
A partir de la época del Alto Imperio, se empezaron a implantar domus alrededor de las villaes.
Con el paso del tiempo, estos campamentos se convirtieron en villaes (villas romanas). Las tiendas del campamento se convirtieron en casas y la tienda principal en el foro de la ciudad, donde los romanos realizaban la mayoría de sus actividades.
A partir de la época del Alto Imperio, se empezaron a implantar domus alrededor de las villaes.
Estas estaban gobernadas por un señor que tenía un gran número de esclavos (hombres, mujeres y niños) a su servicio, los cuales no tenían ningún derecho, al igual que las mujeres romanas. Los esclavos se encargaban de cuidar los cultivos y de realizar el resto de las tareas de la domus, para ello utilizaban diversas herramientas para el cultivo de: Olivos, trigo, vid, etc. Vivían en pequeñas construcciones o anexos de la domus, mientras que el señor vivía en la gran hacienda. El señor recibía visitas de otros señores y comerciantes con los que establecían acuerdos económicos.
El sistema de comercio que había en la Hispania era el siguiente:
El sistema de comercio que había en la Hispania era el siguiente:
Los productos agropecuarios y los metales que se conseguían en la Península se trasladaban en su mayoría a otras partes del Imperio para que se pudieran usar como productos comerciales. Por esto y por muchas otras razones Hispania se convirtió en un centro de intereses para el Imperio Romano.
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